Percepción e imaginación creadora
Es el corazón del hombre el
que sintetizará las otras dimensiones. Es el corazón
que pulsa y a su vez, registra el pulso del Universo. Es el
corazón que, abierto per-ceptivamente, llegará
a darse cuenta de todo aquello que nuestra mente aún
tiene dificultad en comprender.
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Si nos atenemos a las pautas establecidas por nuestra cultura que
han propiciado el viejo protagonismo y desarrollo del objeto y el
límite, diríamos que la percepción se reduce
simplemente a un acto de recono-cimiento sensorial y que la imaginación
es sólo un aporte a la creatividad.
Este concepto reductivo y tradicional que privilegia a artistas,
científicos, filósofos, etc., destaca y refuerza la
sólida y vieja frontera entre creadores activos y consumidores
pasivos, privilegiando también al objeto como leit motiv
de la creatividad del artista y gran parte del desarrollo de la
decadente cultura occidental.
La situación equívoca se multiplica como una célula
enferma, provocando distorsiones sociales tales como el consumismo,
la destrucción de la naturaleza, la alienación económica
y social y otras tantas condiciones que exceden perversamente las
auténticas necesidades de la humanidad.
El viejo protagonismo puesto en el objeto y el límite deberá
ser irremediablemente reemplazado por la prístina y potente
creatividad humana, donde la percepción y la imaginación
serán la "quintaesencia" de un nuevo despliegue
orgánico y generativo. Este despliegue flexible, quiebra
y supera toda frontera limitativa, modificando sustancialmente el
excesivo rol protagónico del objeto, para que todos y cada
uno de nosotros seamos los conductores de múltiples actividades
polivalentes.
Un abanico de ideas y disciplinas tramadas con urdimbres naturales
sucederán al viejo y obsoleto orden establecido, y si bien
en esta primera etapa se podrá llegar a confundir desarticulación
con caos, las condiciones evolutivas harán que lentamente
el juego se vaya ordenando para que todos ocupemos el rol acorde
con nuestra identidad.
El lenguaje que, no sólo ayuda a expresar el pensamiento
sino que esencialmente colabora a su configuración, tendrá
que acelerar su desarrollo para crear las nuevas ideas y conceptos.
La dinámica mutante se organizará partiendo de nosotros
mismos, desvaneciendo un sinnúmero de antiguas formalidades
y sociedades existentes para dar nacimiento a otras alianzas e integraciones.
El concepto de unidad cuerpo-mente-espíritu tendrá
que tener palabras que lo resignifique. Se crearán también
nuevas palabras, cuando las cosmovisiones de oriente y occidente
acojan en su seno la sabiduría cosmogónica de los
pueblos originarios de nuestra América. Los nuevos tiempos
resignificarán símbolos y parirán ideas renovadoras,
al mismo tiempo que viviremos una integración retroprogresiva
y transcultural, transversalizada por el fusionante amor humano.
En esta cultura de protagonistas, la creatividad se ubicará
junto al lugar de autopermiso y asociada con nuestra inteligencia,
desplegará sus alas latientes al encuentro de asociaciones
naturales, que nos ayuden a entender la vida como un punto en el
espacio y a la eternidad como nuestro continente ilimitado.
Esa inteligencia pulsante entrará en simpatía con
el ritmo de los mares y con las estrepitosas erupciones que brotan
de la Tierra, y nos harán entender, sin por eso justificar,
la xenofovia, el desgarrante holocausto de Hiroshima o el atroz
flagelo de la droga. Así también, nos daremos cuenta
de la inutilidad de luchar contra el sistema, porque ello, es alimentar
su resistencia. Si fortalecemos nuestra identidad, en comple-mento
con la de los otros, contribuiremos al crecimiento armónico
de todas y cada una de las partes de este organismo vivo que es
la humanidad. Todos sabemos todo, aunque en principio no nos demos
el permiso para reconocer que nuestra percepción permite
el primer vínculo con el entorno, ya que religa nuestro adentro
con nuestro afuera valiéndose del incalculable potencial
de los sentidos que producen el desarrollo cenestésico. Nuestra
imaginación creadora, que supera el alcance de la percepción
y al pensamiento lógico, establece otros contactos y organiza
otras asociaciones. Así, esa acción creativa mayor,
que es el depurado acto de amor de nuestra vida, ya no será
el paradigma de la felicidad, sino la felicidad misma de saber que
tenemos una amplia medida por colmar, una medida inefable donde
el siento, percibo, imagino, pienso, hago, construyo, serán
partes de la sumatoria que sintetiza el encuentro de nuestro protagonismo,
con los nuevos lenguajes del arte de la vida.
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